GUÍA-COMENTARIO CON ANOTACIONES INCLUIDAS Y EXTRAÍDAS DEL LIBRO:
GUÍA DE LECTURA DE LOS GIRASOLES CIEGOS
DE
ALBERTO MÉNDEZ BORRA
(Algaida Editorial)
Lengua
castellana y Literatura
Segundo
de Bachillerato Curso 2011/12
El
autor
Alberto
Méndez Borra nació en Madrid en 1941. Estudió bachillerato en Roma adonde se
había trasladado su padre, poeta y traductor, no sólo por motivos políticos
sino también económicos. Posteriormente se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense
de Madrid. Méndez, hombre de izquierdas (milita en el Partido Comunista hasta 1982),
estuvo siempre vinculado, de una u otra manera, al mundo de la edición. Crea,
entre otras, la editorial Ciencia Nueva, colabora con la editorial Montena y
también se dedica a labores de guionista de televisión.
En
el año 2004 publica Los girasoles ciegos, su primer y único libro. Con
el ganó el Premio Setenil 2004, al mejor libro de cuentos. Pocos meses después
murió sin conocer el éxito, que llegaría con el Premio de la Crítica en el 2005 y el
Nacional de Narrativa.
La
obra: Los girasoles ciegos
El
libro se compone de cuatro relatos aparentemente independientes, pero que se
engarzan y se complementan, aunque solo al final encontraremos la relación que
guardan entre sí.
La
acción se sitúa en distintos momentos entre 1936 y 1942, tras la finalización de
la Guerra Civil
española. Son sus protagonistas un capitán franquista que renuncia a ganar la
guerra, un joven poeta que huye con su compañera a la montaña, un preso que
busca la forma de retrasar su fusilamiento y un diácono que se debate entre su
vocación sacerdotal y la lascivia, y su activismo e ideales fascistas.
Son
historias que podrían ser anónimas, tremendamente intimistas y reflexivas que,
si no son verdad, todas ellas podrían ser ciertas. El propio autor ha
manifestado que, aunque fruto de la ficción literaria, parten de hechos y
protagonistas reales conocidos por él mismo a los que les ocurrió algo
parecido. Son historias de tiempo de silencio, en el que no se podía decir lo
que se sabía.
La
derrota es el título de cada uno de los relatos y es el verdadero tema de todos
ellos.
Aunque
se toma una posición claramente antifranquista, no se trata de un verdadero
alegato político. Es un libro sobre la Guerra Civil que no se centra en la lucha y sus
protagonistas, sino en las consecuencias humanas, el sufrimiento y los muertos,
en cómo los derrotados fueron perseguidos con saña, un libro donde se reclama
la dignidad de los vencidos. Alberto Méndez ha querido rescatar del olvido
cuatro historias, cuatro derrotas, que ya se daban por inútiles y olvidadas,
pero la guerra deja unas huellas que ni siquiera la victoria puede borrar.
Se
trata de un libro apropiado para aproximarnos al drama personal que se vivió en
aquellos años y pone de manifiesto que es necesario conocer la historia,
recuperar la memoria y entender que en una guerra entre hermanos, al final,
todos son perdedores; por eso quizás los personajes vencedores a los que se les
da voz en la obra aparecen desorientados, perdidos, como los girasoles ciegos.
Y,
sobre todo, es un buen ejemplo de literatura bien hecha. Alberto Méndez ha
preferido el cuento a la novela y así lo manifiesta en el texto de En torno
al cuento donde, además de señalar a Borges y Cortázar como sus cuentistas
preferidos, apunta las virtudes y defectos del género, señalando que el cuento
se caracteriza por su capacidad sintética y desarrollo vertiginoso, porque sólo
utiliza los elementos esenciales de la narración: planteamiento sucinto, enredo
esquemático, personajes paradigmáticos y desenlace sorpresivo; cuando eso se
logra, comenta, se convierte el cuento en un género absolutamente moderno.
En
sus aspectos formales, no existe en los cuentos un narrador único conocedor de
toda la historia; por el contrario, el autor hace uso de distintos modos
narrativos: un narrador omnisciente o no, el manuscrito o diario encontrado, el
relato autobiográfico en primera persona y la confesión mediante carta a una
tercera persona. Cuando distintos narradores coinciden en el mismo relato, se
emplean distintos tipos de letra.
1. Primera derrota: 1939 o Si el corazón pensara
dejaría de latir
En
esta primera historia se cuenta cómo un oficial del ejército nacional, harto de
crueldad y violencia, se autoelimina por el curioso método de rendirse al bando
rojo en la madrugada anterior a la rendición final de las tropas republicanas.
El bando franquista, que ocupa inmediatamente Madrid, le fusila, pero el
oficial sólo queda herido y deambula unos días sin saber por dónde anda hasta
que es detenido de nuevo y entonces le quita el arma a un guardián y se suicida.
Como en Crónica de una muerte anunciada, la novela de García Márquez, el
narrador nos anticipa el final del personaje que «eligió su muerte a ciegas».
El relato mostrará cómo llegó a ello.
Actividades
1.
«Soy un rendido» -dice el capitán Alegría- ¿qué razones da para ello? ¿Por qué
un soldado del bando vencedor se rinde al ejército que está a punto de
rendirse?
Pág. 13 y 14 “…Así comenzó la derrota del capitán Alegría. Durante
tres largos años había observado a ese enemigo desarrapado y paisano, resignado
a que otro ejército, el suyo, anonadara esa ciudad inmóvil, silenciosa, que
había trazado sus límites al azar, tras unas trincheras desde las que hacía
tiempo nadie esperaba un ataque…” p. 15 “… La primera vez que el capitán
Alegría estuvo cerca del riesgo fue, precisamente, el día que comienza esta
historia. Su decisión no fue la de unirse al enemigo sino rendirse, entregarse
prisionero. Un desertor es un enemigo que ha dejado de serlo; un rendido es un
enemigo derrotado, pero sigue siendo un enemigo. Alegría insistió varias veces
sobre ello cuando fue acusado de traición. Pero eso ocurrió más tarde…”.
2.
¿Qué datos empezamos a conocer de la vida del personaje?
Pp. 20-21. “… Sabemos que Alegría estudió Derecho, primero en Madrid
y luego en Salamanca. Sabemos por familiares suyos que recibió una educación de
hacendado rural en Huérmeces, provincia de Burgos, donde nació en 1912… Fue un
estudiante sin brillo pero tenaz y Jiménez de Asúa le enseñó que la Ley no
tiene nada que ver con la Naturaleza, que el legislador debe tomar partido,
porque ésa es la única forma de ser igualitarios. Al poderoso le basta con el
poder.
Pero después, ya en Salamanca, aprendió que la Ley está por encima
de las leyes y esa Ley no elige nada…
Nos consta que se unió al ejército sublevado en 1936 porque así
defendía lo que había sido siempre suyo. Para él fue una guerra sin batallas,
sin gestas ni enemigos, dedicada sólo a las arrobas de trigo, a los cuarterones
de tabaco, a las prendas de vestir… Su guerra fue estibar, distribuir, ordenar,
repartir y administrar todo lo preciso para que otros mataran, murieran y
vencieran a un enemigo al que nunca vio de cerca aunque estaba siempre allí,
como un paisaje, cada vez más estático, cada vez más petrificado…”
3.
De nuevo se adelanta que el capitán Alegría se encontraría frente al pelotón de
fusilamiento, pero ¿conocemos qué ocurrió?
Pp. 21-22, “…El último parte de Intendencia que, como era
preceptivo, tuvo que redactar la noche en que se rindió al enemigo, nos da la
clave del estado de ánimo en el que se hallaba al cabo de tres años de
guerra…”.
4.
El narrador no es omnisciente y emplea la 1ª persona del plural, un «nosotros»
que ha preguntado a testigos, indagado en documentos o que presupone cómo
pudieron ocurrir los hechos. De este modo, conocemos las declaraciones del
capitán Alegría por acta de juicio sumarísimo que se sigue contra él, ¿qué se
dice en su final?
Pág. 23. “ … -¿De verdad se ha rendido esta mañana?
-Sí, mi coronel, me he rendido esta mañana.
-Tú eres un imbécil y un traidor. Serás juzgado por esto…”
Pág. 25 “… Estuvo en el desabrido hangar de Barajas desde el día
cuatro al ocho de abril, debilitándose, ajándose como un odre seco,
desparramando su eterna compostura en cada vómito, en cada desmayo, en cada
tiritona, en cada retortijón del hambre. Un grupo de falangistas tomó la
filiación a cada uno de los presos, que, en posición de firmes, recibieron
ultrajes, golpes y humillaciones antes de ser despojados de los distintivos del
grado militar en sus uniformes, de su documentación y de todos sus objetos
personales…”.
Pp.
26-27-28, en letra cursiva. “… Preguntado que si no queríamos ganar la Gloriosa Cruzada,
qué es lo que queríamos, el procesado responde: queríamos matarlos.”
A continuación, se le expulsa del ejército y se le declara culpable
del delito de traición y connivencia con el enemigo. Es condenado a muerte”.
5.
Durante el tiempo en que espera encarcelado, escribe a su novia Inés. ¿Qué le
dice? ¿A quién había escrito también y para qué?
A
su novia Inés le dice lo siguiente (pág. 29 “… En otra
cara a Inés, que era maestra en Ubierna, habla crípticamente de la soledad que
le está convirtiendo en un despojo y, al igual que antes lo hiciera San Juan de
la Cruz, tiene que recurrir a frases de otros para hablar de sí mismo, como si
no se atreviera s utilizar sus sentimientos:
“soy un fue, y un será, y un es cansado”. No hay pasión en su despedida, ni
siquiera amor, sólo un plañido difuso, una reconvención a lo coetáneo, el
lamento de una vida inoportuna: “No tuve
tiempo para hacer planes porque otros horrores suspendieron mi futuro, pero ten
por seguro que, de haberlos hecho, tú hubieras sido la columna vertebral de mi
proyecto.”
Pág. 28. “ Escribió, al menos, tres cartas: una a su novia Inés, que
ha llegado a nuestras manos, otra a sus padres en Huérmeces, cuya casa fue
destruida por una crecida del río Urbiel que se llevó entre sus aguas la
memoria, la hacienda y las ganas de vivir de dos ancianos que, al saber del
arrebato de su hijo, fijaron sus miradas en un punto indiferentes del paisaje y
enmudecieron de tal modo que ni siquiera antes de morir quisieron confesarse.
La tercera carta la dirigió al Generalísimo Franco, Caudillo de España.”
6.
El día 18 va a ser el fusilamiento ¿Qué pasó ese día y los siguientes?
Pp.
28-29. “Si tuviéramos que imaginar en qué se convirtió
la vida para el capitán Alegría, deberíamos hablar de un torbellino de aceite:
lento, pastoso, inexorable. Paseando su soledad en aquel hangar de angustias,
envuelto en el vacío…
Pág.
31-32. “… Una bala le había dado en la parte alta de la
frente de tal suerte que resbaló sobre su cráneo, abriendo una profunda herida
casi hasta la nuca, sin romper la calavera. Tenía sangre en el rostro, en las
sienes, en el cuello, pero la tierra había servido de cauterio y, aunque ahora
sangraba de nuevo, mientras estuvo inconsciente su corazón tuvo una razón para
latir además de la del miedo.
Estaba anocheciendo.
Aquí comienza una peripecia de Alegría de la que apenas sabemos los
detalles, porque, aunque a veces toleró hablar de lo ocurrido antes de su
resurrección, raramente consintió en contarle a nadie…”
7.
Conocemos su segunda muerte por la nota hallada en su bolsillo, aunque sólo de
modo incompleto ya que no se indican las circunstancias, ¿qué reflexiones hizo
en aquella nota?
Pp.
35-36. “Debió de ser entonces cuando nació la reflexión
que recogió en unas notas encontradas en su bolsillo el día de su segunda
muerte, la real, que tuvo lugar más tarde, cuando se levantó la tapa de la vida
con un fusil arrebatado a sus guardianes.
COMENTAR:
· Sentimientos
del rendido (pp. 16-17).
· Desertor
o rendido (pág. 18).
· Los
republicanos recogen documentos y queman información (pág. 19).
ANOTACIONES DE VOCABULARIO:
- Entomología:
parte de la zoología que estudia los insectos. Entomólogo, estudioso de
dicha disciplina.
- Atarantapayos: (Méj.) m. Cosa de poco valor y mucha apariencia. Espantavillanos.
- Filoxera:
insecto que aniquila los viñedos.
- Oídio: hongo
parásito que vive en la vid y la mata.
- Hombre enteco:
enfermizo, débil.
2. Segunda derrota: 1940 o Manuscrito encontrado en el
olvido
Esta
es la emotiva historia de dos adolescentes que conocemos por el manuscrito
hallado por casualidad en 1952 por el editor en el archivo de la Guardia Civil.
Señalados con distintos tipos de letra, aparecen el contenido del cuaderno, un
diario y la narración de las circunstancias en que fue hallado.
Mediante
el manuscrito (recurso literario ya utilizado en obras tan célebres como El
Quijote), conocemos el diario de un miliciano que murió en su intento de huida,
encontrado junto a su esqueleto y el cadáver de un bebé. Por él conocemos cómo
el miliciano, apenas veinteañero, admite que le acompañe en su huida su novia
embarazada de ocho meses. El niño nace en el camino y la madre muere en el
parto. El padre sobrevive unas semanas más, refugiado en el campo junto a unas
vacas que le sirven para alimentar al niño.
Actividades
La letra cursiva inicial, responde al informe que la
persona que encontró el cuaderno en un Archivo de la Guardia Civil realiza.
Pp. 39-40. “Este texto fue encontrado en 1940 en una braña de los altos
de Somiedo, donde se enfrentan Asturias y León. Se encontraron un esqueleto
adulto y el cuerpo desnudo de un niño de pecho sorprendentemente conservado
sobre unos sacos de arpillera tendidos en un jergón; una piel de lobo y lana de
cabra montesa, pelos de jabalí y unos helechos secos les cobijaban. Los dos
cuerpos estaban juntos y envueltos en una colcha blanca, “como formando un
nido”, reza el atestado…”
8.
¿A quién se refiere el cuaderno y quiénes le acompañan? ¿En qué consiste la
situación dramática en la que se encuentra?
El cuaderno se refiere a un poeta, miliciano huido, y le acompañan
Elena, su novia y su hijo recién nacido. Tras la muerte de la madre en el
parto, no sabe qué hacer con el niño.
Pág. 40 “… Elena ha muerto durante el parto. No he sido capaz de
mantenerla a este lado de la vida. Sorprendentemente el niño está vivo.
Ahí está, desmadejado y convulsivo sobre un lienzo limpio al lado de
su madre muerta…”
9.
Que el personaje era poeta queda recogido en varias ocasiones. Cita algunos
ejemplos que lo demuestren. Investiga acerca del verso escrito con tizón en la
pared, a qué autor pertenece y qué historia narra la obra.
Pág.
41. “(Hay un
poema tachado del que se leen sólo algunas palabras: “vigoroso”, “sin luz” (o “mi luz”, no está claro) y “olvidar el estruendo”. Al margen y con letra más pequeña hay una frase: “¿Es este niño la
causa de la muerte o es su fruto?”.)
Pág.
47 “SOY UN POETA SIN VERSOS”.
Pp.
50-51 “Un lobo le dijo a un niño que con su carne
tierna
Iba a pasar el invierno…
(Bajo estos versos aparece
un pentagrama y una notación musical…)
Pág.
52 “PÁGINA 17
He pensado mucho en ello pero no quiero darles la última
satisfacción de la victoria. Que muera yo puede ser justo, porque sólo he sido
un mal poeta que ha cantado la vida en las trincheras donde anidaba la muerte…
tuve un maestro que me recitaba de memoria a Góngora y a Machado, que tuve unos
padres que no fueron capaces de retenerme junto a su establo, que no sé qué buscaba
yo en Madrid en plena guerra…, ¿un rapsoda entre las balas? ¡Eso es, hijo mío!
¡Yo quería ser un rapsoda entre las balas!....”.
Pág.
54 “Yo no recuerdo los poemas que recitaba a los
soldados. Con el hambre lo primero que se muere es la memoria. No logro
escribir un solo verso y, sin embargo, en mi cabeza resuenan mil nanas para mi
hijo. Todas tienen la misma letra. ¿Elena!...”.
10.
El personaje se encuentra obsesionado con la derrota y recuerda los comienzos
de la guerra. Anuncia su muerte y la de su hijo aunque no sabe cómo va ser.
¿Por qué no abandona el monte y se entrega? ¿Cómo sobrevive?
El
personaje se encuentra obsesionado con la derrota como lo demuestran los
siguientes fragmentos del libro:
Pág.
43 “PÁGINA 15
¿Hubiera preferido Elena que separara al niño de la placenta que le
rodea, atara su cordón umbilical con uno de mis botas e intentara que
humilláramos a los vencedores con la vida germinal de la revancha? Pienso que
ella no hubiera querido un hijo derrotado. Yo no quiero un hijo nacido de la
huida. Mi hijo no quiere una vida nacida de la muerte. ¿O sí?...”.
El
poeta-miliciano no quiere abandonar el monte porque pág. 41”… Elena no pudo llegar más lejos y el niño y yo queremos
permanecer a su lado. Sólo soy culpable de no haber evitado que ocurriera lo
ocurrido. No aprendí a sortear la pena y la pena me ha amputado a Elena con su
dalle…”
Sobrevive
gracias a una vaca, una cabra montés, a unos tubérculos, etc., en pp. 52-53 “PÁGINA 18
Soy incapaz de seguir alimentando a la vaca y la vaca es incapaz de
seguir alimentando al niño. Escarbo bajo la nieve buscando briznas de hierba,
cada vez más escuálidas, cada vez más escasas. He encontrado un tubérculo en
las raíces de los avellanos yertos y con ellos logro hacer una pasta que no
sabe a nada pero que, hervida y aplastada, doy a la vaca y al niño. No sé si
sirve como alimento, pero le estoy dando mi saliva y sobrevive. Aunque está muy
débil ya trata de moverse, pero le faltan fuerzas. Se arquea, apoyándose sólo
en la cabeza y en los pies. Pero inmediatamente se derrumba…”.
11.
Averigua, ya en el final -en la nota del editor-, todos sus datos, su
identidad, su nombre, edad...
En
la nota final del editor se dice pág. 57 “El año 1954 fui a una aldea de la provincia de Santander
llamada Caviedes… Pregunté aquí y allá y supe que el maestro… fue ajusticiado
por republicano y en 1937 … su mejor alumno, que tenía una afición desmedida
por la poesía, había huido con dieciséis años, en 1937, a zona republicana para
unirse al ejército que perdió la guerra… Tenía fama de loco porque escribía y
recitaba poesías. Se llamaba Eulalio Ceballos Suárez. Si fue él el autor de
este cuaderno, lo escribió cuando tenía dieciocho años y creo que ésa no es
edad para tanto sufrimiento”.
Aparecen
más datos del joven poeta en las páginas 52 “… Caviedes
es un pueblo colgado de una montaña que olía a mar y a leña, que tuve un
maestro que me recitaba de memoria a Góngora y a Machado, que tuve unos
padres…”.
Pp.
42-43 “… El niño no vivirá y yo me dejaré caer en los
pastos que cubrirá la nieve para que de las cuencas de mis ojos nazcan flores
que irriten a quienes prefirieron la muerte a la poesía.
¡Miguel, se cumplirá tu profecía!
¿Dónde estarás ahora, Miguel, que no puedes consolarme? Daría una
eternidad por poder escuchar otra vez tus versos líquidos, tu palabra templada,
tus consejos de amigo. Quizás tanto dolor me convierta en un poeta…”.
El
editor del documento encontrado sobre el poeta-miliciano anota haber encontrado
el verso “Infame turba de nocturnas aves”
En, http://www.ojosdepapel.com/Article.aspx?article=2316 se habla de “la derrota sin consuelo” y se
comenta ese verso de Góngora que reproduce una aliteración de la quinta estrofa
de la Fábula de Polifemo y Galatea, con final trágico. En este caso, el verso
no se escribe en una cueva, sino en las paredes de una cabaña en la que se
cobijaron unos jóvenes, un poeta y una Galatea embarazada que muere en el
parto. Es una muestra del agotamiento y la infame turba…, es la desolación
impuesta por los vencedores y por ensombrecer el país y todo atisbo de
esperanza.
ANOTACIONES DE VOCABULARIO:
- Braña: prado de
pasto seco.
- Dalle: guadaña,
del catalán dall.
3. Tercera derrota: 1941 o El idioma de los muertos
La
tercera historia nos narra las peripecias de un miliciano que -al ser juzgado-
confiesa que ha sido sanitario y da a conocer casualmente a un coronel que
formó parte del tribunal que conoció a su hijo y estuvo encargado de su cura,
antes de que fuera fusilado. La revelación le vale ser apartado de los que van
a ser ejecutados de inmediato. El coronel trae a su mujer para que el miliciano
le hable del hijo. Este, en lugar de decir la verdad (que era un ladrón y
asesino ejecutado como delincuente común), le dice que fue un héroe
quintacolumnista y adorna cada uno de los detalles que recuerda de él. La mujer
le trae ropa y comida cada vez que viene a hablar con él y así consigue,
momento a momento, eludir el pelotón. Sin embargo, acaba por cansarle la
situación y decide contarle que su supervivencia está basada en mentiras. En la
siguiente entrevista con la madre, revela la verdad sobre el hijo. Enseguida es
fusilado. En esta historia, el oficial franquista del primer relato actúa como
personaje secundario y se nos vuelven a narrar todas sus circunstancias.
Actividades
12.
El relato mantiene la misma estrategia que el anterior. Se inicia con una
afirmación sorprendente, anticipando un final de la historia. ¿Cuál es?
Pág.
61”… Con la turbación con que se pronuncia un
sortilegio, Juan Senra, profesor de chelo, dijo sí y, sin saberlo, salvó
momentáneamente su vida.
-¿De verdad le conoció?- preguntó el coronel Eymar…”.
13.
La estrategia de Juan Senra para aplazar su ejecución es la misma de Sherezade
en Las mil y una noches. ¿Qué salva a Juan Senra del fusilamiento?
¿Dónde se encuentra y quiénes le acompañan?
A
Juan Senra le salva el que le dice al coronel Eymar que conoció a su hijo.
Pág.
66 “… Cuando le trasladaron al anochecer junto con una
reata de presos a la cárcel, no supo bien por qué todos fueron enviados a la
cuarta galería y él, sin embargo, a la segunda…
De los casi trescientos hombres que se hacinaban en el corredor
habilitado como celda colectiva, más de la mitad le rodearon al verle… ¿Te han
absuelto? ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo te has librado? ¿Qué te han hecho…? Tenía
que haber una razón muy poderosa para regresar a la segunda galería.”
Se
encuentra ante un tribunal militar y lo están interrogando para juzgarlo.
Pág.
62 “… Aunque el tribunal lo componían tres militares,
el capitán Martínez y el alférez Rioboo dejaron de hacer preguntas y se
relegaron en los respaldos de sus sillas otorgando con este gesto todo el
protagonismo a su superior jerárquico…”
14.
¿Por qué está detenido? ¿Cómo intenta salvarse?
Está
detenido por pág. 63 “…masón, organizador del presidio
popular, comunista, soltero y criminal de guerra…”-
Mientras
es interrogado Juan Senra, declara que perteneció al cuerpo de enfermeros del
servicio de prisiones y que allí conoció al hijo del coronel Eymar y Violeta,
su madre.
Pág.
64 “… se sonrojó cuando informó al reo de que Miguel
Eymar era su hijo.
-¿Y de qué habló?
-De usted, mi coronel…”
Pág.
69 “… Al día siguiente Juan Senra no fue llamado a
juicio…”
Pág.
74 “Juan Senra dijo, como dirigiéndose al vacío, que
era sólo un funcionario del cuerpo sanitario de prisiones. Ni le detuvo, ni le
juzgó ni mucho menos le ajustició. Mi coronel. Y añadió: Sólo hablé con él
muchas veces.”
Pág.
75 “-¡Violeta, por Dios!- dijo el coronel, suplicante.
Pero ella insistió en su pregunta.
-¿Y de qué hablaban?
… No sé, de todo un poco, dijo. De su infancia, de sus padres… De
las cosas de la cárcel. A veces de la guerra. Y con estas vaguedades Juan Senra
comenzó una mentira prolongada y densa que, surgida de un instante de piedad,
se convirtió en el estribo de la vida…”.
15.
Se intercalan varias historias como la de Cruz Salido, Espoz y Mina y el
Rorro, ¿qué valor tiene esta última historia?
De
Cruz Salido se cuenta en pág. 82 “…Cruz Salido había sido redactor jefe de El Socialista al final de la guerra y
logró pasar a Francia en el último momento. Tratando de llegar a Orán, embarcó
en un carguero que hacía escala en Génova, donde unos camisas negras le
apresaron y, un mes más tarde, le enviaron repatriado a España. Interrogado
sobre las organizaciones del exilio, sobre los planes de Líster para regresar a
España con un cuerpo de ejército y otras mil cosas acerca de las cuales no
recordaba exactamente lo que había dicho, fue juzgado y condenado a muerte”.
De Espoz y Mina se dice
en pág. 78 “… Había en aquella prisión de derrotados dos vencedores. Convivían
con los presos, pero no iban a ser juzgados. Vestían ambos uniforme del
ejército insurrecto y tenían a gala ir siempre tocados con el gorro cuartelero
de ordenanza y una borla roja… Un anciano profesor de instituto, amigo de
Negrín, que no pudo soportar ni el hambre ni el invierno, les apodó Espoz y
Mina porque, aunque eran dos, se comportaban como si fueran uno solo…
En realidad cumplían un arresto. Alguna falta grave –que nunca
confesaron- les llevó a aquella galería donde tenían cierta autoridad sobre los
presos y una complicidad sumisa con los carceleros.
En torno a ellos se había creado una intendencia miserable: gracias
a su mediación se obtenía carburo seco para las lámparas, un lápiz para
escribir, un cuarterón de tabaco… a
cambio de cosas miserables: un anillo de boda, un chisquero, una funda dental
de oro…
Juan obtuvo de Espoz tres cuartillas y un sobre a cambio de uno de
sus calcetines y Mina le prestó un lápiz de carpinteros por tres días…”.
Por
último, el Rorro es el capitán Alegría.
En
pp. 87. “Había entre los presos un hombre envejecido y
silencioso que evitaba la proximidad de los demás incluso durante las noches,
cuando todos se hacinaban buscando el calor de sus compañeros. Todos le
llamaban el Rorro y pocos sabían su nombre. Soportaba estoicamente el frío, el
hambre y la desconfianza de sus compañeros. Tenía una gran cicatriz en la
frente que desperdigaba su pelo en dos mitades.
16.
Ya conocemos del relato anterior a este último personaje ¿de quién se trata?
Ahora se acaban explicando los datos que faltaban en aquella historia.
En
pp. 88-89-90:
“… Se llamaba Carlos Alegría y fue alférez provisional del ejército
rebelde…
… Una bala le alcanzó en la parte superior de la frente y resbaló
sobre su cráneo sin romperlo. El impacto le dejó sin sentido… Fue enterrado en
una fosa común, apresuradamente, como todos, y apena unas paletadas de tierra
cubrieron aquellos cadáveres…
Juan sentía cierta simpatía por este hombre solitario y taciturno…
Al anochecer de unos de esos días sin listas se acercó hasta el lugar donde
Juan dormitaba… Comenzó a gritar centinela, centinela, centinela con un tono de
voz desgarrado y perentorio al mismo tiempo…
… logró asir la culata de uno de los fusiles y con un gesto
eléctrico e imprevisible se lo arrancó al soldado que le estaba golpeando…
…Lentamente volvió el fusil hacia sí, se puso la punta del cañón en
la barbilla y dijo que nunca había matado a nadie y que él, sin embargo, iba a
morir dos veces. Disparó para romper aquel silencio, para pagar su deuda.”
17.
Cuando su compañero muere, Juan Senra no lo soporta más, abandona la impostura
y rompe el engaño. ¿Cómo finaliza la estrategia que había tramado Juan Senra y
su historia? ¿Por qué crees que lo hizo?
La
estrategia de Juan Senra de contar una historia falsa del hijo del coronel
Eymar termina cuando el chico de las liendres, Eugenio Paz, muere. Este hecho
provoca que Juan diga recordar y empieza a contar la verdadera historia de
Miguel Eymar, hijo del coronel que fue un ladrón de estraperlo y por su culpa
murieron varias personas, entre otras, un cabrero al que le roba.
En
pág. 74 “… Recordaba perfectamente quién era porque era
uno de esos casos que ni siquiera el horror de la guerra logra enterrar. Había
matado a un pastor del pueblo de Fuencarral para robarle unos corderos y
venderlos después de estraperlo. Pero el hijo del pastor, apenas un niño, le
clavó un bieldo en el estómago y a punto estuvo de morir…
En
pág. 80 “-No terminan de condenarme. Debo ser perverso.
-¿Y no será que estás contando más cosas de las que sabes?
Juan se esperaba cualquier pregunta menos ésa.
-No sé nada ni nadie me lo pregunta. Ese juez fanático le está dando
cuerda a su mujer que está loca. Quiere saber a toda costa qué pasó con su
hijo.
-¿Y qué pasó?
-Lo fusilamos. Era un cabrón. Les digo lo menos posible, para ver si
me dejan vivir unos días más. Eso es todo. El día que me descubran yo también
iré a la cuarta. No te apures…”.
Juan
Senra toma la decisión de contar la verdad en pág. 98 “…
Un amanecer, pegado a pesar del frío a las rejas de la ventana sin cristal,
escuchó el nombre de Eugenio Paz en la voz del oficial que enumeraba los
elegidos para morir aquel día…
Juan supo que ya no tendría mucho tiempo para acabar su carta…
“Aún estoy vivo, pero cuando
recibas esta carta ya me habrán fusilado. He intentado enloquecer pero no lo he
conseguido. Renuncio a seguir viviendo con toda esta tristeza. He descubierto
que el idioma que he soñado para inventar un mundo más amable es, en realidad,
el lenguaje de los muertos. Acuérdate de mí y procura ser feliz. Te quiere, tu
hermano Juan.”
4. Cuarta derrota: 1942 o Los girasoles ciegos
En
este último relato encontramos tres narradores diferentes marcados por
distintos tipos de letra: el relato autobiográfico del niño, el narrador y una
confesión en la carta con la que se inicia. En la misma se cuenta la historia
de un vencido, el padre del niño, un republicano que en los momentos
inmediatamente posteriores a la guerra se refugia en un armario de la casa. Un
diácono del colegio del niño se encapricha de la madre de este y visita la casa
de vez en cuando con la excusa de preocuparse por la educación del chaval y
desear enviarle a un seminario. Finalmente, intenta violar a la mujer y el
hombre sale del armario para evitarlo. El diácono sale de la casa, llama a la
policía y el escondido se suicida tirándose por la ventana delante de su mujer
y su hijo.
Efectivamente,
los tipos de letra representan tres tipos de narradores. Mientras que la letra cursiva cuenta la confesión del
diácono (pp. 105-106), la letra negrita representa el relato de Lorenzo, el
hijo de Ricardo, el republicano escondido en el armario de su casa, (por
ejemplo en pp. 106-107). El narrador externo que cuenta la historia desde fuera
aparece con un tipo de letra normal, (pp.108-109).
Actividades
18.
Observa cómo la acción avanza contada por cada uno de los protagonistas
(Lorenzo, Salvador y el narrador). Cada uno aporta su punto de vista y cuenta
la historia, avanzando en el tiempo a distinto ritmo. Unas veces coinciden en
el tiempo, en otras ocasiones la acción se sitúa muchos años después. Encuentra
la justificación del título.
Al
comienzo de esta cuarta derrota se explica el estado de ánimo del hermano Salvador.
Este estado de ánimo da título a la cuarta derrota y al libro en su conjunto.
Lo podemos comprobar en pág. 105.
“Reverendo padres, estoy desorientado como los girasoles
ciegos. A pesar de que hoy he visto morir a un comunista, en todo lo demás, he
sido derrotado y por ello me siento sicut
nubes…, quasi fluctus, velut umbra, como
una sombra fugitiva”.
19.
En la carta que inicia el relato el personaje cuenta su vida: ¿cómo fue durante
la guerra? Y ahora, ¿a qué se dedica? De nuevo los relatos confluyen y se
complementan ¿Quién es el niño al que se refiere con tanto interés?
En
pp. 105 y 107-108,
“Todo comenzó cuando,
siguiendo su consejo, Padre, me alisté en el Glorioso Ejército Nacional.
Combatí tres años en el frente participando en la Cruzada, conviviendo con
seres gloriosos y horrendos…
Tres largos años olvidando
la vida, la propia y las ajenas, terminan convirtiendo al cruzado en un soldado
y a las huestes de Dios en soldadesca…
Acepté el diaconato en la
orden del Santo Padre Gabriel Taborit dedicada enteramente a la enseñanza…
Todo empezó con un alumno
extraño entre los párvulos… Jugaba en el recreo, sí, como sus compañeros,
callaba en las filas como sus compañeros, atendía en clase como los demás… Lo
primero que me sorprendió es que, a pesar de sus siete años, dominaba ya las
cuatro reglas mientras sus compañeros balbucían El Catón tratando de trabar las
letras entre sí para formar palabras que no lograban comprender. Lorenzo, que
así se llamaba el niño, leía de corrido, por supuesto.
En
pp. 112-113,
“Hoy pienso, Padre, que me llamó la atención algo
que le distinguía de los demás: era un niño triste pero con una serenidad
extraña para su edad… Quizás su infancia me recordaba la mía y quise revivir en
aquel párvulo el niño que fui yo…
Noté algunas diferencias…
Lorenzo no compartía el espíritu de Flecha que sus compañeros demostraban…
advertí … que no cantaba…
Lo castigué a no abandonar
aquel patio si no cantaba el himno completo…
“Mi hijo no quiere morir por
nadie, quiere vivir para mí”, dijo una voz suave y melosa a mis espaldas. Me
volví y era ella.
Ahora comprendo la frase del
Eclesiastés: La mirada de una mujer hermosa, pero sin virtud, abrasa como el
fuego. Yo ignoraba entonces que así nacía mi desvarío.”
20.
El narrador recrea la situación en la que viven el niño y su familia ¿Cuál es?
En
pág. 139,
“La pérdida de su esposo
que, aun formando parte de los aherrojados por nuestra razón histórica, era a
la postre el padre de sus hijos, la falta de su hija Elena que el vendaval de
la guerra había arrastrado a la terra incógnita del silencio y la necesidad imperiosa
de sacar adelante a un vástago vivaz y triste al mismo tiempo, todo esto y
muchas cosas más, me explicaban su dulzura esquiva…”
Ya
antes había recabado información sobre Lorenzo, Elena y su marido. En pp. 118,
123-124, 127-128, 134-135, 139-140.
21.
El niño, pasado algún tiempo, ya mayor, recuerda y nos cuenta esos momentos de
su vida y la situación de su padre. ¿Cómo actúa el niño dentro y fuera de casa?
Entre
los recuerdos que tiene Lorenzo de su vida y de su familia destacan los
siguientes:
pp.
106-107, “
Probablemente los hechos ocurrieron como otros los cuentas, pero yo los reconozco
sólo como un paisaje donde viven mis recuerdos… recuerdo a mi padre joven,
alto, escuálido y vigoroso abrazado a mi madre anciana cansada y dulce…
pp.
111.112, “Ahora
ya puedo hablar de todo aquello, aunque me cuesta recordar, no porque la
memoria se haya diluido, sino por la náusea que me produce mi niñez… Pero de
todos los recuerdos, el que por encima prevalece es que yo tenía un padre
escondido en un armario.”
pp.
116-117-118, “Mi
hogar se distribuía a ambos lados de un pasillo…El armario no había sido
construido para la finalidad que ahora tenía… Cabía una persona holgadamente,
tumbada o de pie y las bisagras de la puerta estaban disimuladas con un enorme
rosario de tupidas cuentas…”.
He conservado el olor de ese
escondite y lo he reconocido en las cocinas de los pobres, en las unas sucias,
en las miradas desgastadas, en los desahuciados por los médicos, en los
humillados por la vida y en las garitas de guardia de los cuarteles. En las
cárceles no huele a eso, huele a lejía y al olor que tiene el frío.
pp.
121-122-123, “
Ese cosmos estaba netamente dividido en dos mitades: la lóbrega y la luminosa.
A la primera pertenecía el colegio, las preguntas de mis profesores y el
silencio, a la otra pertenecía mi barrio y la forma que tenían sus gentes de
relacionarse conmigo. Con la distancia tengo la sensación de que, como un
péndulo, yo era capaz de estar a un lado y a otro sin confundirme gracias a las
enseñanzas del espejo.
En casa vivíamos una
complicidad parlanchina, en la calle vivíamos un bullicio silencios. Yo tenía
que disimular lo que mi padre me enseñaba en casa cuando estaba fuera y remozar
lo que ocurría en el exterior cuando estaba en casa. La relación con otros
niños del barrio, por ejemplo, era un ejercicio de equilibrios bien guardados…”
22.
¿Qué piensa hacer el padre para escapar de la situación en que se encuentra?
¿Por qué no consiente en separarse de su familia? ¿A qué otra hija hace
referencia?
En
pág. 114 “-Tengo que escaparme de aquí, intentar pasar
a Francia…
… Nunca más volvería a separarse lo que quedaba de familia. Su hija
mayor, Elena, había escapado con un poeta adolescente al terminar la guerra y
nunca volvieron a tener noticias de ella. Ni siquiera se atrevían a preguntarse
si vivía.
Preñada de ocho meses, su hija huyó de Madrid a los pocos meses de
terminar la guerra siguiendo a un aprendiz de poeta que se transfiguraba
recitando a Garcilaso.
23.
¿De qué conocemos anteriormente a esta chica? Ahora las historias se van
complementando.
Se
conoce de la historia del joven miliciano que huye con su novia, Elena,
embarazada y que muere tras nacer su hijo. Ahora se van entrelazando ambas
historias.
24.
El padre Salvador confiesa aquello que le atormenta: ¿de qué se trata? ¿Por qué
se interesa tanto por Lorenzo y por su madre Elena? ¿Qué consecuencias acarrea?
Empieza
a investigar sobre la familia de Lorenzo y su familia. En pág. 123,
“… algo turbio envolvía a
aquella mujer… supe que Ricardo Mazo, su marido, había sido profesor de
Literatura en el Instituto Beatriz Galindo y constaba como huido…”.
Se
interesa tanto por el niño y por su familia en pp. 112-113,
“Hoy pienso, Padre, que me llamó la atención algo
que le distinguía de los demás: era un niño triste pero con una serenidad
extraña para su edad… Quizás su infancia me recordaba la mía y quise revivir en
aquel párvulo el niño que fui yo…
Noté algunas diferencias…”
En
pág. 139, “…
Habían transcurrido más de seis meses desde mi primera conversación con Elena y
se habían producido otros encuentros, forzados o casuales, en los que había
destilado la sinceridad de mis afectos e incluso, como yo le he contado, la
vehemencia de mi amistad celante…”.
En
pág. 146, “Mi
obsesión era simplemente estar un momento solo con Elena. Por fin, un día, la
encontré en su casa y le hice una visita formal para pedirle que entregara a su
hijo a los cuidados paternales de la iglesia…”.
25.
Observa las reflexiones del niño sobre la guerra y la relación con su padre.
Comenta alguna anécdota en torno a su descubrimiento del mundo de los mayores.
En
pp. 116-117, “…
Todo este juego de silencios y oscuridades estaba transido por un tercer
elemento que cristalizaba cualquier situación en la que se produjera: el ruido
del ascensor.
Desde que se ponía en marcha
hasta que llegaba a nuestro piso, el tercero, había un tiempo que todos
teníamos interiorizado y perfectamente medido. Si se paraba en el segundo, o
continuaba más arriba, todo seguía en el punto en que se había detenido… Entre
todos los ruidos… mi padre, mi madre y yo teníamos perfectamente catalogados
los que presagiaban peligro y los que reflejaban ruina.
En
pág. 118, destacan los recuerdos de los olores de su infancia.
En
pág. 144, “…Recuerdo
que había una clasificación hecha por la autoridad eclesiástica que nunca logré
entender: las películas autorizadas, que se proyectaban raramente, las tres,
las tres con reparos y las cuatro.
Ninguno entendíamos a qué se
debía esta clasificación, pero era un mundo que no necesitaba explicaciones…”
Relato
del narrador sobre una escena de amor entre Elena y Ricardo (pp. 129-130).
En
pp.124-125 “Recuerdo
un día que estábamos jugando al parchís…
Era tarde y era sábado. El
ascensor se detuvo en el tercero. El silencio se transformó en quietud y el
cubilete y los dados quedaron suspendidos en el aire hasta que sonó el timbre.
A mi alrededor comenzó un
caos premeditado. Mi padre se fue diligentemente a su armario, mi madre recogió
sus fichas del tablero…
La habitación se quedó a
oscuras… pero fue cuando me acordé de que, con las prisas, no habíamos recogido
los papeles de la mesa de mi padre. Ahora lo cuento como si estuviera hablando
de las travesuras de un niño… describir el tremendo esfuerzo que supuso para
aquel niño que tengo en la memoria abrir la puerta del dormitorio procurando no
hacer ruido, ir a oscuras hasta la mesa de trabajo donde estaban las cuartillas
que mi padre utilizaba para traducir, agruparlas en silencio mientras oía unas
voces desabridas que insultaban a mi madre al otro lado del pasillo y, por
último, regresar al dormitorio y arrojar los papeles dentro del armario donde
se escondía mi padre y su silencio. Lo único que lamenté después de aquello es
no poder contar a mis amigos mi proeza.
26.
Comenta el desenlace de la historia. ¿Qué razones llevan al padre a tomar esa
decisión?
En
pp.153-154 “… Mi
padre parecía un alfeñique comparado con la corpulencia del hermano Salvador.
Mi madre se arrodilló junto al cuerpo tendido de mi padre y cuando me acerqué
me acogió en el amasijo desvalido que formaba y mantuvo nuestros cuerpos
atrapados como si quisiera ocultarnos de todas las miradas…
Ahora ya no sé lo que
recuerdo, porque aunque veo a mi padre sentado a horcajadas en el alféizar de
una de las ventanas del pasillo, aunque le oigo despedirse de nosotros con una
voz dulce y serena, mi madre dice que se arrojó al vacío sin pronunciar una
palabra.”
27.
Prueba a leer ahora, de forma seguida e independiente alguna de las partes, el
relato del niño o la confesión del padre Salvador, o el texto del narrador.
En
pp.130-131 “Una
de los cosas que más me sorprende es que, inevitablemente, todos teníamos
recuerdos de la guerra civil, del cerco de Madrid, de los acosos de las bombas
y de los obuses. Sin embargo nunca hablábamos de ello…
Del grupo de amigos que
formaban parte de aquel universo sólo uno, Javier Ruiz Tapiador, vestía muy de
tarde en tarde el uniforme de Flecha. Tenía ocho años y ya parecía un hombre en
miniatura: hablaba con voz grave, tenía un tupé inalterable por la brillantina
y una forma de vestir que reflejaba cierto bienestar en su familia. Su casa era
caliente y acogedora y, para corroborar su liderazgo…”
28.
Localiza el poema «El herido», de Miguel Hernández (El hombre acecha, (1938-39),
relaciónalo con el siguiente fragmento y coméntalos:
Debimos
hacer caso a sus padres, a los que pido perdón por permitir que Elena me
acompañase en mi huida.
Que
te quedes, no te harán daño, le dije. Que te sigo. Que me matan. Que me muero.
Hablábamos de la muerte para dejar la vida al descubierto. Pero nos
equivocábamos. Nunca debimos emprender un viaje tan interminable estando ella
de ocho meses. El niño no vivirá y yo me dejaré caer en los pastos que cubrirá
la nieve para que de las cuencas de mis ojos nazcan flores que irriten a
quienes prefirieron la muerte a la poesía.
¡Miguel,
se cumplirá tu profecía!
i
Dónde estarás ahora, Miguel, que no puedes consolarme? Daría una eternidad por
poder escuchar otra vez tus versos líquidos, tu palabra templada, tus consejos
de amigo. Quizás tanto dolor me convierta en un poeta, Miguel, y puede que ya
no tengas que rezumar tanta benevolencia. ¿Recuerdas cuando me llamabas el
arquero proletario? Elena te quería por eso y te seguirá queriendo aunque esté
muerta. (pág.
43)
EL
HERIDO
Para
el muro de un hospital de sangre.
I
Por
los campos luchados se extienden los heridos.
Y
de aquella extensión de cuerpos luchadores
salta
un trigal de chorros calientes, extendidos
en
roncos surtidores.
La
sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.
Y
las heridas suenan, igual que caracolas,
cuando
hay en las heridas celeridad de vuelo,
esencia
de las olas.
La
sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.
La
bodega del mar, del vino bravo, estalla
allí
donde el herido palpitante se anega,
y
florece, y se halla.
Herido
estoy, miradme: necesito más vidas.
La
que contengo es poca para el gran cometido
de
sangre que quisiera perder por las heridas.
Decid
quién no fue herido.
Mi
vida es una herida de juventud dichosa.
¡Ay
de quien no esté herido, de quien jamás se siente
herido
por la vida, ni en la vida reposa
herido
alegremente!
Si
hasta a los hospitales se va con alegría,
se
convierten en huertos de heridas entreabiertas,
de
adelfos florecidos ante la cirugía.
de
ensangrentadas puertas.
II
Para
la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para
la libertad, mis ojos y mis manos,
como
un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy
a los cirujanos.
Para
la libertad siento más corazones
que
arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y
entro en los hospitales, y entro en los algodones
como
en las azucenas.
Para
la libertad me desprendo a balazos
de
los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y
me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de
mi casa, de todo.
Porque
donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella
pondrá dos piedras de futura mirada
y
hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en
la carne talada.
Retoñarán
aladas de savia sin otoño
reliquias
de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque
soy como el árbol talado, que retoño:
porque
aún tengo la vida.
29.
Partiendo de las consecuencias de la guerra para los personajes, como el joven
Eulalio Ceballos y el profesor Ricardo, relacionados con la literatura, comenta
este aspecto: persecución y el exilio de los escritores en la historia de la
literatura española de posguerra.
30.
Redacta un comentario crítico del libro a partir de los siguientes temas
sacados de fragmentos del libro:
1. La crueldad de la
guerra más allá de la victoria.
Preguntado
el declarante acerca de si son las gloriosas gestas del Ejército Nacional la
razón para traicionar a la
Patria , responde: que no, la verdadera razón es que no
quisimos entonces ganar la guerra al Frente Popular.
Preguntado
que si no queríamos ganar la Gloriosa Cruzada , que es lo que queríamos, el
procesado responde: queríamos matarlos. (pág. 28)
2.
El miedo y el silencio.
Escondidos
el uno en el otro hablaron del miedo, de Lorenzo y su entereza cómplice, de
Elena huida, de la necesidad de no caer en el desánimo.
-No
es eso, Elena, es estupor. No por haber perdido una guerra que ya estaba
perdida el día en que empezó, es otra cosa.
-¿El
qué?
-Que
alguien quiera matarme no por lo que he hecho, sino por lo que pienso....y, lo
que es peor, si quiero pensar lo que pienso, tendré que desear que mueran otros
por lo que piensan ellos. Yo no quiero que nuestros hijos tengan que matar o
morir por lo que piensan. (pág. 129)
3. La muerte de inocentes ajenos a los
intereses de la guerra.
ANOTACIÓN DE VOCABULARIO:
- Contrición: Arrepentimiento de una culpa cometida.
- Atrición: Pesar
de haber ofendido a Dios como temor a las consecuencias…
- Estroboscopia: técnica que permite estudiar el
movimiento de un cuerpo iluminado de forma intermitente.
La lectura obligatoria correspondiente al tercer trimestre es el libro Los girasoles ciegos de Alberto Méndez. Existe una edición de la editorial ANAGRAMA ; también podéis leerlo en formato PDF, en la siguiente dirección:
http://2bachilleratolengua.jimdo.com/a-lecturas-recomendadas/
o en esta otra:
http://2bachilleratolengua.jimdo.com/a-lecturas-recomendadas/
o en esta otra:
También podéis encontrar información complementaria en:
El siguiente video es un documento sobre el proceso de realización de la película que incluye fotogramas de la película, entrevista con el director, con los actores, etc:
Se incluye el poema El herido de Miguel Hernández, poesía de guerra cuyos versos recuerdan aspectos de la segunda de las derrotas: 1940 o Manuscrito encontado en el olvido.
El
herido (1939)
Para el muro de un hospital de sangre.
I
Por los campos luchados se extienden los heridos.
Y de aquella extensión de cuerpos luchadores
salta un trigal de chorros calientes, extendidos
en roncos surtidores.
La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.
Y las heridas suenan, igual que caracolas,
cuando hay en las heridas celeridad de vuelo,
esencia de las olas.
La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.
La bodega del mar, del vino bravo, estalla
allí donde el herido palpitante se anega,
y florece, y se halla.
Herido estoy, miradme: necesito más vidas.
La que contengo es poca para el gran cometido
de sangre que quisiera perder por las heridas.
Decid quién no fue herido.
Mi vida es una herida de juventud dichosa.
¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se siente
herido por la vida, ni en la vida reposa
herido alegremente!
Si hasta a los hospitales se va con alegría,
se convierten en huertos de heridas entreabiertas,
de adelfos florecidos ante la cirugía,
de ensangrentadas puertas.
II
Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
Para el muro de un hospital de sangre.
I
Por los campos luchados se extienden los heridos.
Y de aquella extensión de cuerpos luchadores
salta un trigal de chorros calientes, extendidos
en roncos surtidores.
La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.
Y las heridas suenan, igual que caracolas,
cuando hay en las heridas celeridad de vuelo,
esencia de las olas.
La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.
La bodega del mar, del vino bravo, estalla
allí donde el herido palpitante se anega,
y florece, y se halla.
Herido estoy, miradme: necesito más vidas.
La que contengo es poca para el gran cometido
de sangre que quisiera perder por las heridas.
Decid quién no fue herido.
Mi vida es una herida de juventud dichosa.
¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se siente
herido por la vida, ni en la vida reposa
herido alegremente!
Si hasta a los hospitales se va con alegría,
se convierten en huertos de heridas entreabiertas,
de adelfos florecidos ante la cirugía,
de ensangrentadas puertas.
II
Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
Para
la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.
Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.
Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.
Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.
Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.
Reseñas de libros/Ficción
La derrota sin consuelo
Por Justo Serna, sábado, 03 de diciembre
de 2005
¿Es posible seguir representando la Guerra Civil
mediante la novela, mediante la literatura? ¿Es posible seguir hablando del
franquismo, ahora con el artificio de la ficción? ¿Debería disculparme por
incurrir nuevamente en el recuerdo del franquismo al leer y comentar Los
girasoles ciegos, de Alberto Méndez? Esta obra es un bello volumen de un
autor ya fallecido cuyo valor he descubierto gracias a Nicolás Sánchez Durá,
que la glosó admirablemente en El País.
La novela, que ha sido galardonada con el Premio de la
Crítica y con el Premio Nacional de Narrativa, es una evocación de la Guerra
Civil, pero no de sus lances bélicos, sino de sus efectos humanos, de cómo los
derrotados lo fueron con saña y con aplastamiento. Pero más que hablar del
dictador, que es una figura que nunca aparece como tal, o más que hablar del
pasado, esta narración es examen hondo y doloroso sobre lo que significa
perder, de lo que significa la derrota. Ahora bien, si consigue conmovernos, no
es sólo por la índole de esa capitulación, por la evidencia de aquel final. Si
logra emocionarnos es por la altísima calidad literaria de la que el autor es
capaz, por lo que con la literatura llega a darnos: el retrato de lo que no
hemos visto, el fresco de una realidad que no hemos vivido.
Los escritores aportan materiales diversos en sus novelas. Para empezar, la propia biografía, lo histórico y las fantasías o expectativas que no se han cumplido y con las que amueblan el mundo posible de la ficción. Los novelistas también importan materiales de la realidad externa que observan o sobre la que se documentan, materiales que ellos no han vivido expresa, personalmente, experiencias terribles, por ejemplo, que pueden recrear en sus obras como si de un duelo se tratara. Asimismo, los escritores suelen rehacer los motivos de la tradición literaria --motivos que no se emplean como simple repetición, sino con nuevos giros— y los recursos narrativos ya ensayados innumerables veces y que a ellos les sirven ahora como reclamo o ritornello o eco... Pues bien, todo eso es lo que podemos hallar en Los girasoles ciegos, desarrollado en cuatro capítulos datados en 1939, 1940, 1941 y 1942, capítulos que son cuatro historias autónomas que confluyen entre sí de manera alterna: el primer relato con el tercero y el segundo con el cuarto, confluencia que no es decisiva, en todo caso. Lo decisivo es la narración de cuatro formas distintas de derrota, de hundimiento, de encono, de odio, de ojeriza, cuatro historias en las que brilla una exquisita prosa que varía según los registros, los narradores y el timbre de sus voces.
La derrota y el valor
Horas antes de la derrota, cuando el curso de los acontecimientos ya es totalmente predecible, el capitán Alegría, oficial de Intendencia del ejército de Franco, un hombre de Leyes, se pasa al enemigo, pero no como un desertor que sumar a sus tropas, sino para declararse rendido: él, sin otros que se le añadan y sin razones bélicas que justifiquen esa acción. El ejército del que procede va a ganar la guerra y el capitán Alegría, inexplicablemente, no espera ni desea ese triunfo desechando las ventajas de la victoria inmediata. No se rinde, sino que dice ser un rendido, una derrota personal a la que no sabría ponerle fecha y hora, una claudicación que arrastra y que le lleva a la trinchera contraria. ¿La razón? Nunca la sabremos exactamente.
Será detenido, por supuesto, y conducido a unos calabozos por unos milicianos y por unos soldados republicanos después, ignorantes de su extraña conducta, estupefactos, unos soldados que pronto emprenderán la retirada, la huida, dejándolo en una soledad estricta. Será encausado en Consejo de Guerra y fusilado..., aunque sobrevivirá por pura chiripa. Como el Sánchez Mazas de Soldados de Salamina, también este personaje se salva, pero sólo momentáneamente porque, a diferencia del carácter de Javier Cercas, para el capitán Alegría no hay futuro. Si hay porvenir no es para él. A partir de ese momento, sucio, maloliente, puro desecho, hará por acercarse a la muerte que desea, por acelerarla, justo en el lugar mismo de su naturaleza, en su pueblo, allá en donde encuentra a unos soldados del bando nacional, el bando del que él había desertado.
“¿Son estos soldados que veo lánguidos y hastiados los que han ganado la guerra?, se pregunta en las notas que dejó escritas en uno de sus bolsillos. “No, ellos quieren regresar a sus hogares adonde no llegarán como militares victoriosos sino como extraños en vida, como ausentes de lo propio, y se convertirán, poco a poco, en carne de vencidos. Se amalgamarán con quienes han sido derrotados, de los que sólo se diferenciarán por el estigma de sus rencores contrapuestos. Terminarán temiendo, como el vencido, al vencedor real, que venció al ejército enemigo y al propio...” Contado en primera persona del plural, un plural tras el que se embosca alguien a quien nunca identificaremos, el relato es posible gracias a las pesquisas que aquél emprende, gracias a su acopio documental y gracias a la imaginación del narrador: entrevistas con quienes conocieron al capitán y sobrevivieron al paso de los años, consultas de las cartas dirigidas a la novia y a algún otro corresponsal, lectura del acta del juicio sumarísimo que le condenó y, en fin, las conjeturas fundadas, probablemente acertadas, con las que ese narrador rellena los espacios vacíos, aquello que nunca podremos saber con entera seguridad.
La derrota y el amor
“Infame turba de nocturnas aves” es una conocidísima aliteración de Góngora, un verso procedente de la quinta estrofa del Polifemo, una fábula que recrea a su vez un motivo clásico que, según los expertos, el autor español tomó de las Metamorfosis, de Ovidio. En esa fábula se narraba la historia del cíclope Polifemo, aquel gigante bestial y feroz dotado de un solo ojo que se encaprichó de una ninfa, Galatea, a su vez enamorada de un pastor llamado Acis. El desenlace es trágico y la muerte arrasa con todo y con todos. La acción se desarrolla en una cueva enclavada en lo alto de un picacho, una caverna profundísima y oscura en donde anidan los murciélagos, esa “infame turba de nocturnas aves”.
Manuel Vázquez Montalbán empleó ese motivo en Ciudad (1997): “infame turba de nocturnas aves / de crespones rojinegras sibilas”, aludiendo con este nuevo verso (“de crespones rojinegras sibilas”) a los colores simbólicos de Falange, haciéndose eco, pues, de un cultismo que se mezcla con referencias populares, como fue habitual en su literatura, en la que siempre se mostraban esas mixturas de cultura ‘pop’, de aluvión. Ahora, la referencia a la “infame turba de nocturnas aves” la vuelvo a leer en el segundo capítulo de ‘Los girasoles ciegos’.
En ese segundo capítulo hay, en efecto, una vuelta de tuerca del cultismo clásico de la “infame turba” y, como en Vázquez Montalbán, nuevamente se aplica a la Guerra Civil, al franquismo. Hay, pues, una recreación de lo que ya era un motivo de resonancias simbólicas, musicales, de una sonoridad onomatopéyica que con su armonía imita un ruido del mundo externo. Los murciélagos, lo sabíamos por Góngora, son esa “infame turba de nocturnas aves, / gimiendo tristes y volando graves”. En Los girasoles ciegos no hay murciélagos a los que se mencione expresamente, pero sí que hay una caverna cantábrica, entre Asturias y León, una caverna en cuyas paredes se escribe con un tizón ese primer verso, un lugar en el que se esconden dos jóvenes que huyen de la capital hacia 1940: un muchacho que ha logrado alguna celebridad como poeta de guerra, como “un rapsoda entre las balas” y su enamorada..., una Galatea embarazada que morirá al dar a luz entre aquellos peñascos. Este capítulo fue inicialmente, en su primera versión, un cuento que quedó finalista en el Premio Internacional de Cuentos que convoca la Fundación Max Aub.
A esa Galatea embarazada le sobreviven el hijo y el amado, un niño recién nacido y su jovencísimo padre de dieciocho años. Le sobreviven durante unos meses, soportando el frío y con escasísimo alimento, con una vaca de la que sacar leche para diluir y poco más, con la carne y las entrañas de algún lobo que el poeta consigue matar. Le sobreviven con miedo, con ira, con ternura desgarrada, con tristeza por todo lo que les rodea y con el horror de la derrota, pero sólo durante unos meses de angustia y de desolación, derribados por la venidera, por la “infame turba de nocturnas aves” que habitan fuera, que han ensombrecido el país hasta oscurecerlo... ¿Cómo sabemos todo esto? ¿Cómo lo hemos averiguado? La fórmula narrativa adoptada por Méndez es la del manuscrito, una especie de dietario del agotamiento, en este caso un manuscrito hallado accidentalmente en el Archivo General de la Guardia Civil. Alguien, el editor de dicho diario, nos confiesa haber encontrado por casualidad ese cuaderno de veintiséis páginas en 1952, cuando buscaba otros documentos entre los antiguos legajos. No se sabe la autoría (difunto desconocido, reza su clasificación archivística), pero por los indicios y por las escasas noticias que aporta, el editor cree averiguar a quién perteneció...
La derrota y el cuento
Sherezade cuenta y cuenta sin parar para así extender su vida amenazada. Cada noche, un relato que prolongue su existencia y que satisfaga los oídos de su dueño, de aquel que decide. No es un diálogo entre iguales, sino un sometimiento, la esclavitud de un condenado a un superior jerárquico que, paradójicamente, acaba dependiendo de ese torrente de palabras. Un prisionero llamado Juan Senra, profesor de chelo, aparentemente dócil, es llevado en repetidas ocasiones ante el Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo, esa corte que administra justicia de manera cruel, expeditiva, con sentencias de muerte abundantes y rápidas. Allí, su presidente, el coronel Eymar advierte un día que Juan Senra conoció a su hijo en la cárcel de Porlier, un hijo muerto después de haber pasado por la checa de Chamberí, un hijo irrecuperable al que los padres han querido idolatrar desde el recuerdo. La esposa del coronel lo sabe y lo advierte y, gracias al empleo de su marido tendrá varios encuentros con Senra, en presencia, eso sí, de su marido: de lo que se trata es de que el detenido cuente de qué hablaban su hijo y el actual prisionero.
Durante todo ese tiempo, Senra dirá lo que la esposa y el esposo mudo quieren oír: la grandeza heroica del vástago en el Madrid rojo. Y, sin embargo, todo es una impostura ideada por Senra para prologar su vida, con la esperanza de que el número de las penas de muerte decrezcan y así pueda salvarse. Estamos en 1941 y la esperanza se cifra en tiempo, en dilatar la mera supervivencia en la cárcel. Senra tiene mucho de emboscado e impostor: no es ese prisionero modesto que no alborota; en realidad, es un asesino que no pudo consumar su plan, un instrumento de Fernando Claudín para matar al coronel Casado, alguien que, en fin, no pudo cometer su acción por haberse adelantado la rendición de Madrid. Pero en la prisión, en una prisión en la que los cautivos aún respetan ciertas jerarquías establecidas por los dirigentes comunistas, van muriendo compañeros que figuran en listas que se cantan en voz alta.
Un día, en esa relación estará el principal amigo y soporte de Senra en aquella prisión: un joven inocente, ajeno al horror, que será llevado al paredón. Fue entonces cuando Senra dilapidará su vida, su tiempo, su demora, revelando la verdad: que el hijo del coronel Eymar “fue justamente fusilado porque era un criminal” en el Madrid acosado, “no un criminal de guerra, calificación en la que los juicios de valor cambian según el bando, sino un criminal de baja estofa, ladrón, asesino de civiles para robarles y venderlo después de estraperlo...” El discípulo de Sherezade rompe el encanto de sus mentiras y siega su propia esperanza. Ya no puede aceptar la impostura a que él mismo ha contribuido, lo que le lleva a una muerte segura. Pero a la vez le da la satisfacción de una venganza menor o tal vez grandiosa: “del rostro del coronel Eymar desaparecería para siempre esa mueca de satisfacción impune” que da el falso recuerdo del hijo presuntamente heroico.
La derrota y el rencor
En 1942, un diácono muy versado en latines, acérrimo del Movimiento Nacional, enemigo declarado de los rojos vencidos y de los rojos supervivientes nos narra un episodio particular. Él, que a punto estuvo de ordenarse sacerdote, que llevó una vida conventual y que enseñó en una escuela, se deja arrebatar por la carne apetitosa de una mujer, la madre de un muchacho, de un colegial llamado Lorenzo. La mujer será objeto de persecución, persecución que le permitirá al diácono descubrir un secreto familiar, una intimidad guardada con cautela y reserva violada por ese eclesiástico rijoso. La historia tiene aquí la estructura más compleja de la novela: tiene tres instancias narrativas que se intercalan y que hacen del perspectivismo su modo de relatar los mismos hechos, tres instancias narrativas que en ocasiones cuentan hechos que se suceden y que en otras son simultáneos.
La primera voz es de 1942 y es la del diácono. La segunda es posterior, muchos años después, y es la narración de aquel que era niño y ahora es adulto, un Lorenzo ya mayor que evoca con espanto y aborrecimiento el acoso y el desastre que aquel individuo introdujo en sus vidas, en su vida ya rota por ser la de una familia vencida: con una hermana, embaraza, que escapó con un poeta también derrotado; con un padre oculto en un armario, con un país rendido, subyugado. La tercera voz se expresa en una neutra tercera persona que no se identifica, una tercera persona que nos cuenta el episodio siguiendo la vicisitud y la perspectiva de Lorenzo conforme ocurren las cosas. Qué ruina, qué fatalidad.
En este cuento final (cuyo pormenor no les revelaré) y en esta novela no sólo están la guerra y sus desastres. Están también las angustias que acucian a ese niño y a la humanidad desde siempre, esos miedos o rencores de los que no conseguimos zafarnos. La fatalidad que se cierne y que, finalmente, se ensaña con los inocentes, con aquellos que no merecían una derrota indigna, derribados sin piedad. Están también la memoria y la escritura como formas de prolongar la vida, como medios de retrasar la muerte y el horror: mientras haya papel y la última punta del lapicero, aún habrá una existencia a plazos o, si se quiere, todavía será posible imaginar un diálogo con un interlocutor que siempre es uno mismo; mientras haya recuerdo habrá venganza, dignidad y dolor. Están igualmente el amor conyugal y el amor filial, la fraternidad que se truncan y su recreación y alivio por medio de esa escritura, de la poesía, de la literatura como consuelos o lenitivos, como reparaciones parciales o temporales, una literatura en la que también arraiga la ira fatal por lo que el destino nos ha hecho. Está la soledad primera del hombre, la de quien tiene caducidad y la de quien sabe que nadie le prolongará. Perdonen, pero esta novela de Alberto Méndez, el viejo comunista, con su prosa ya extinta, nos ha devuelto al estado mismo de la tristeza sin consuelo.
GUÍA DE LECTURA DE LOS GIRASOLES CIEGOS DE LA EDITORIAL ALGAIDA. INCLUYE UN LISTADO DE CUESTIONES SOBRE LAS CUATRO DERROTAS.
LOS GIRASOLES CIEGOS, Alberto Méndez Borra. Guía de lectura.
Editorial Algaida.
Hombre de izquierdas (milita en el Partido
Comunista hasta 1982) estuvo siempre vinculado al mundo de la edición y fue
guionista de televisión. En el año 2004 publica Los girasoles ciegos, su
primer y único libro con el que ganó el Premio Setenil 2004, al mejor libro de
cuentos. Pocos meses después murió sin conocer el éxito, que llegaría con el
Premio de la Crítica en el 2005 y el Nacional de Narrativa.
El libro se compone de cuatro relatos aparentemente independientes pero que se engarzan y se complementan, aunque solo al final encontraremos la relación que guardan entre sí. La acción se sitúa en distintos momentos entre 1936 y 1942, tras la finalización de la Guerra Civil española. Son sus protagonistas un capitán franquista que renuncia a ganar la guerra, un joven poeta que huye con su compañera a la montaña, un preso que busca la forma de retrasar su fusilamiento y un diácono que se debate entre su vocación sacerdotal y la lascivia, y su activismo e ideales fascistas.
Son historias que podrían ser anónimas, tremendamente intimistas y reflexivas que, si no son verdad, todas ellas podrían ser ciertas. El propio autor ha manifestado que, aunque fruto de la ficción literaria, parten de hechos y protagonistas reales conocidos por él mismo a los que les ocurrió algo parecido. Son historias de tiempo de silencio, en el que no se podía decir lo que se sabía.
La derrota es el título de cada uno de los relatos y es el verdadero tema de todos ellos. Aunque se toma una posición claramente antifranquista, no se trata de un verdadero alegato político. Es un libro sobre la Guerra Civil que no se centra en la lucha y sus protagonistas, sino en las consecuencias humanas, el sufrimiento y los muertos, en cómo los derrotados fueron perseguidos con saña, un libro donde se reclama la dignidad de los vencidos. Alberto Méndez ha querido rescatar del olvido cuatro historias, cuatro derrotas, que ya se daban por inútiles y olvidadas, pero la guerra deja unas huellas que ni siquiera la victoria puede borrar.
Se trata de un libro apropiado para aproximarnos al drama personal que se vivió en aquellos años y pone de manifiesto que es necesario conocer la historia, recuperar la memoria y entender que en una guerra entre hermanos, al final, todos son perdedores; por eso quizás los personajes vencedores a los que se les da voz en la obra aparecen desorientados, perdidos, como los girasoles ciegos. Y, sobre todo, es un buen ejemplo de literatura bien hecha. Alberto Méndez ha preferido el cuento a la novela y así lo manifiesta en el texto de En torno al cuento donde, además de señalar a Borges y Cortázar como sus cuentistas preferidos, apunta las virtudes y defectos del género, señalando que el cuento se caracteriza por su capacidad sintética y desarrollo vertiginoso, porque sólo utiliza los elementos esenciales de la narración: planteamiento sucinto, enredo esquemático, personajes paradigmáticos y desenlace sorpresivo; cuando eso se logra, comenta, se convierte el cuento en un género absolutamente moderno.
En sus aspectos formales, no existe en los cuentos un narrador único conocedor de toda la historia; por el contrario, el autor hace uso de distintos modos narrativos: un narrador omnisciente o no, el manuscrito o diario encontrado, el relato autobiográfico en primera persona y la confesión mediante carta a una tercera persona. Cuando distintos narradores coinciden en el mismo relato se emplean distintos tipos de letra.
Son historias que podrían ser anónimas, tremendamente intimistas y reflexivas que, si no son verdad, todas ellas podrían ser ciertas. El propio autor ha manifestado que, aunque fruto de la ficción literaria, parten de hechos y protagonistas reales conocidos por él mismo a los que les ocurrió algo parecido. Son historias de tiempo de silencio, en el que no se podía decir lo que se sabía.
La derrota es el título de cada uno de los relatos y es el verdadero tema de todos ellos. Aunque se toma una posición claramente antifranquista, no se trata de un verdadero alegato político. Es un libro sobre la Guerra Civil que no se centra en la lucha y sus protagonistas, sino en las consecuencias humanas, el sufrimiento y los muertos, en cómo los derrotados fueron perseguidos con saña, un libro donde se reclama la dignidad de los vencidos. Alberto Méndez ha querido rescatar del olvido cuatro historias, cuatro derrotas, que ya se daban por inútiles y olvidadas, pero la guerra deja unas huellas que ni siquiera la victoria puede borrar.
Se trata de un libro apropiado para aproximarnos al drama personal que se vivió en aquellos años y pone de manifiesto que es necesario conocer la historia, recuperar la memoria y entender que en una guerra entre hermanos, al final, todos son perdedores; por eso quizás los personajes vencedores a los que se les da voz en la obra aparecen desorientados, perdidos, como los girasoles ciegos. Y, sobre todo, es un buen ejemplo de literatura bien hecha. Alberto Méndez ha preferido el cuento a la novela y así lo manifiesta en el texto de En torno al cuento donde, además de señalar a Borges y Cortázar como sus cuentistas preferidos, apunta las virtudes y defectos del género, señalando que el cuento se caracteriza por su capacidad sintética y desarrollo vertiginoso, porque sólo utiliza los elementos esenciales de la narración: planteamiento sucinto, enredo esquemático, personajes paradigmáticos y desenlace sorpresivo; cuando eso se logra, comenta, se convierte el cuento en un género absolutamente moderno.
En sus aspectos formales, no existe en los cuentos un narrador único conocedor de toda la historia; por el contrario, el autor hace uso de distintos modos narrativos: un narrador omnisciente o no, el manuscrito o diario encontrado, el relato autobiográfico en primera persona y la confesión mediante carta a una tercera persona. Cuando distintos narradores coinciden en el mismo relato se emplean distintos tipos de letra.
1. PRIMERA DERROTA:
1939 O SI EL CORAZÓN PENSARA DEJARÍA
DE LATIR
En esta primera historia se cuenta cómo un oficial del ejército
nacional, harto de crueldad y violencia, se autoelimina por el curioso método
de rendirse al bando rojo en la madrugada anterior a la rendición final de las
tropas republicanas. El bando franquista, que ocupa inmediatamente Madrid, le
fusila, pero el oficial sólo queda herido y deambula unos días sin saber por
dónde anda hasta que es detenido de nuevo y entonces le quita el arma a un
guardián y se suicida.
Cómo en Crónica de una muerte
anunciada, la novela de García Márquez, el narrador nos anticipa el final
del personaje que «eligió su muerte a ciegas». El relato mostrará cómo llegó a
ello.
Actividades
2. ¿Qué datos empezamos a conocer de
la vida del personaje?
3. De nuevo se adelanta que el
capitán Alegría se encontraría frente al pelotón de fusilamiento pero ¿conocemos
qué ocurrió?
4. El narrador no es omnisciente y
emplea la 1.ª persona del plural, un «nosotros» que ha preguntado a testigos,
indagado en documentos o que presupone cómo pudieron ocurrir los hechos. De
este modo, conocemos las declaraciones del capitán Alegría por acta de juicio
sumarísimo que se sigue contra él, ¿qué se dice en su final?
5. Durante el tiempo en que espera
encarcelado, escribe a su novia Inés. ¿Qué le dice? ¿A quién había escrito
también y para qué?
6. El día 18 va a ser el
fusilamiento ¿Qué pasó ese día y los siguientes?
7. Conocemos su segunda muerte por
la nota hallada en su bolsillo, aunque sólo de modo incompleto ya que no se
indican las circunstancias, ¿qué reflexiones hizo en aquella nota?
Mediante el manuscrito (recurso literario ya
utilizado en obras tan célebres como El Quijote) conocemos el diario de
un miliciano que murió en su intento de huida, encontrado junto a su esqueleto
y el cadáver de un bebé. Por él conocemos cómo el miliciano, apenas
veinteañero, admite que le acompañe en su huida su novia embarazada de ocho
meses. El niño nace en el camino y la madre muere en el parto. El padre
sobrevive unas semanas más, refugiado en el campo junto a unas vacas que le
sirven para alimentar al niño.
Actividades
8. ¿A quién se refiere el cuaderno y
quiénes le acompañan? ¿En qué consiste la situación dramática en la que se
encuentra?
9. Que el personaje era poeta queda
recogido en varias ocasiones. Cita algunos ejemplos que lo demuestren. Investiga
acerca del verso escrito con tizón en la pared, a qué autor pertenece y qué
historia narra la obra.
10. El personaje se encuentra
obsesionado con la derrota y recuerda los comienzos de la guerra. Anuncia su
muerte y la de su hijo aunque no sabe cómo va ser. ¿Por qué no abandona el
monte y se entrega? ¿Cómo sobrevive?
11. Averigua, ya en el final –en la
nota del editor–, todos sus datos, su identidad, su nombre, edad…
3. TERCERA DERROTA:
1941 O EL IDIOMA DE LOS MUERTOS
La tercera historia nos narra las peripecias
de un miliciano que –al ser juzgado– confiesa que ha sido sanitario y da a
conocer casualmente a un coronel que formó parte del tribunal que conoció a su
hijo y estuvo encargado de su cura, antes de que fuera fusilado. La revelación
le vale ser apartado de los que van a ser ejecutados de inmediato. El coronel
trae a su mujer para que el miliciano le hable del hijo. Este, en lugar de
decir la verdad (que era un ladrón y asesino ejecutado como delincuente común),
le dice que fue un héroe quintacolumnista y adorna cada uno de los detalles que
recuerda de él. La mujer le trae ropa y comida cada vez que viene a hablar con
él y así consigue, momento a momento, eludir el pelotón. Sin embargo, acaba por
cansarle la situación y decide contarle que su supervivencia está basada en
mentiras. En la siguiente entrevista con la madre, revela la verdad sobre el
hijo. Enseguida es fusilado. En esta historia, el oficial franquista del primer
relato actúa como personaje secundario y se nos vuelven a narrar todas sus
circunstancias.
Actividades
12. El relato mantiene la misma
estrategia que el anterior. Se inicia con una afirmación sorprendente,
anticipando un final de la historia. ¿Cuál es?
13. La estrategia de Juan Senra para
aplazar su ejecución es la misma de Sherezade en Las mil y una noches. ¿Qué
salva a Juan Senra del fusilamiento? ¿Dónde se encuentra y quiénes le
acompañan?
14. ¿Por qué está detenido? ¿Cómo
intenta salvarse?
15. Se intercalan varias historias
como la de Cruz Salido, Espoz y Mina y el Rorro, ¿qué valor tiene esta última
historia?
16. Ya conocemos del relato anterior
a este último personaje ¿de quién se trata? Ahora se acaban explicando los
datos que faltaban en aquella historia.
17. Cuando su compañero muere, Juan
Senra no lo soporta más, abandona la impostura y rompe el engaño. ¿Cómo
finaliza la estrategia que había tramado Juan Senra y su historia? ¿Por qué
crees que lo hizo?
4. CUARTA DERROTA:
1942 O LOS GIRASOLES CIEGOS
18. Observa cómo la acción avanza
contada por cada uno de los protagonistas (Lorenzo, Salvador y el narrador).
Cada uno aporta su punto de vista y cuenta la historia, avanzando en el tiempo
a distinto ritmo. Unas veces coinciden en el tiempo, en otras ocasiones la
acción se sitúa muchos años después. Encuentra la justificación del título.
19. En la carta que inicia el relato
el personaje cuenta su vida: ¿cómo fue durante la guerra? ¿Y ahora, a qué se
dedica? De nuevo los relatos confluyen y se complementan ¿Quién es el niño al
que se refiere con tanto interés?
20. El narrador recrea la situación
en la que viven el niño y su familia ¿Cuál es?
21. El niño, pasado algún tiempo, ya
mayor, recuerda y nos cuenta esos momentos de su vida y la situación de su
padre. ¿Cómo actúa el niño dentro y fuera de casa?
22. ¿Qué piensa hacer el padre para
escapar de la situación en que se encuentra? ¿Por qué no consiente en separarse
de su familia? ¿A qué otra hija hace referencia?
23. ¿De qué conocemos anteriormente a
esta chica? Ahora las historias se van complementando.
24. El padre Salvador confiesa
aquello que le atormenta: ¿de qué se trata? ¿Por qué se interesa tanto por Lorenzo
y por su madre Elena? ¿Qué consecuencias acarrea?
25. Observa las reflexiones del niño
sobre la guerra y la relación con su padre. Comenta alguna anécdota en torno a
su descubrimiento del mundo de los mayores.
26. Comenta el desenlace de la
historia. ¿Qué razones llevan al padre a tomar esa decisión?
27. Prueba a leer ahora, de forma
seguida e independiente alguna de las partes, el relato del niño o la confesión
del padre Salvador, o el texto del narrador.
28. Localiza el poema «El herido», de
Miguel Hernández (El hombre acecha, (1938-39), relaciónalo con el
siguiente fragmento y coméntalos:
Que te quedes, no te harán daño,
le dije. Que te sigo. Que me matan. Que me muero. Hablábamos de la muerte para
dejar la vida al descubierto. Pero nos equivocábamos. Nunca debimos emprender
un viaje tan interminable estando ella de ocho meses. El niño no vivirá y yo me
dejaré caer en los pastos que cubrirá la nieve para que de las cuencas de mis
ojos nazcan flores que irriten a quienes prefirieron la muerte a la poesía. ¡Miguel,
se cumplirá tu profecía!
¿Dónde estarás ahora, Miguel, que
no puedes consolarme? Daría una eternidad por poder escuchar otra vez tus
versos líquidos, tu palabra templada, tus consejos de amigo. Quizás tanto dolor
me convierta en un poeta, Miguel, y puede que ya no tengas que rezumar tanta
benevolencia. ¿Recuerdas cuando me llamabas el arquero proletario? Elena te
quería por eso y te seguirá queriendo aunque esté muerta. (pág. 43)
30. Redacta un comentario crítico del
libro a partir de los siguientes temas extraídos de fragmentos del libro:
Preguntado el declarante acerca
de si son las gloriosas gestas del Ejército Nacional la razón para traicionara
la Patria, responde: que no, la verdadera razón es que no quisimos entonces
ganar la guerra al Frente Popular.
Preguntado que si no queríamos
ganar la Gloriosa Cruzada, que es lo que queríamos, el procesado responde:
queríamos matarlos. (pág.
28)
2. El miedo y el silencio.
Escondidos el uno en el otro
hablaron del miedo, de Lorenzo y su entereza cómplice, de Elena huida, de la
necesidad de no caer en el desánimo.
–No es eso, Elena, es estupor. No
por haber perdido una guerra que ya estaba perdida el día en que empezó, es
otra cosa.
–¿El qué?
–Que alguien quiera matarme no
por lo que he hecho, sino por lo que pienso… y, lo que es peor, si quiero
pensar lo que pienso, tendré que desear que mueran otros por lo que piensan
ellos. Yo no quiero que nuestros hijos tengan que matar o morir por lo que
piensan. (pág.
129)
No hay comentarios:
Publicar un comentario